octubre 09, 2016

La corrupción y la “mina de oro”

Adolfo Medrano

Los casos de corrupción nos invaden y vuelven a cobrar protagonismo apenas iniciada la administración Kuczynski, nada menos que en un funcionario del primer círculo gubernamental, obligado a renunciar por las evidencias en su contra.

Presumimos que el caso del exasesor del despacho presidencial, médico Carlos Moreno, es uno de tantos que corroen los diversos niveles del Estado peruano y también de la sociedad civil, poniendo en evidencia la poca convicción cívica para el manejo de la cosa pública.

¿Qué hacer para librarnos de este mal? El asunto es complicado pues pasa por los valores que se inculcan en el hogar. Si reconocemos el alto grado de informalidad que nos caracteriza como sociedad, sería ingenuo pensar que lo vamos a resolver en el corto plazo. Por supuesto que hay minorías responsables, pero unas cuantas gaviotas no hacen verano. 

El caso en cuestión se circunscribe al beneficio que supuestamente iba a lograrse merced al convenio entre el Arzobispado de Lima y el Sistema Integral de Salud (SIS) con la atención de pacientes en la Clínica de Osteoporosis SAC.

Independiente al hecho delictivo de haber sido o no “chuponeado” en Palacio de Gobierno, llama la atención la forma en que el exasesor presidencial habla de hacer negocios: “Ya quiero empezar a trabajar. Esa es nuestra mina de oro. No sabes la cantidad de plata que vamos a ganar…” (sic).

Para que exista corrupción se requieren siempre dos actores sociales: el que pretende corromper y el que se deja corromper. Ambos son responsables, lo cual implica que la investigación fiscal debe focalizarse no solo en el médico Moreno sino en los funcionarios públicos, de la curia y de la institución prestadora de salud privada. No puede haber impunidad.

¿Es la primera vez que se hacen negocios violando la confianza de la sociedad? Por supuesto que no. Es un mal que sucede desde los más altos niveles de gobierno hasta los más bajos estratos de la sociedad civil.

Corrupción viene del hecho de corromper las normas y muchos lo hacen. Un ejemplo clásico ocurre cuando un conductor ofrece dinero a un policía para no recibir una multa. Desde el punto de vista del infractor, la autoridad es la corrupta. Él no se ve a sí mismo como tal. En la práctica ambos son corruptos, tanto el que ofrece como el que recibe la plata.

Otro caso típico es cuando se regala una bebida gaseosa, un paquete de galletas o se da una propina al encargado de un servicio público para una atención más rápida o la reserva de una cita en fecha próxima. Mismo escenario, el usuario y el empleado son corruptos.

De acuerdo a la Real Academia Española, algunas de las connotaciones de corrupción se refieren a las organizaciones, especialmente las públicas, cuya práctica consiste en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Porque, no nos confundamos, corromper es sobornar a alguien con dádivas o de otra manera, pervertir a alguien, haciendo que algo se deteriore.

Debemos entender que la corrupción y la informalidad constituyen el verdadero cáncer que padecemos como sociedad y su solución está asociada o, más bien condicionada, a que el Estado funcione de manera adecuada, las oportunidades de empleo o prestaciones sean parejas para todos los ciudadanos, la exclusión social deje de ser un paradigma, reconozcamos que padecemos un complejo racial y que hemos perdido las buenas formas y protocolos.

Las conversaciones de Moreno filtradas a los medios de comunicación llevaron a la Presidencia del Consejo de Ministros a actuar de oficio denunciándolo ante La Fiscalía Especializada de Corrupción de Funcionarios por los delitos de concusión, colusión, cohecho pasivo propio, cohecho pasivo impropio, negociación incompatible, tráfico de influencias y asociación ilícita. No la tendrá fácil.

Este es el inicio de una cadena de descubrimientos en los que podrían estar involucrados otros funcionarios públicos y personalidades de la sociedad civil. Que la justicia caiga con todo el peso de la ley a los responsables.

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