noviembre 29, 2008

Audio "Sabor a ti"

Protocolo del vino


Cepas o no sepas

Nosotros,
los
"vinófagos”

Sí, amigo lector. Aunque le suene extraño, el vino está vivo en la botella y aún más en la copa. ¿Por qué? El zumo de uvas, cocido de manera natural por la fermentación, adquiere vida y se encuentra en un proceso de oxidación, lo que más amablemente podría ser, de afinación...

Mientras se encuentre cerrada y embodegada bajo condiciones aparentes, la botella será la perfecta bella durmiente del cuento de hadas. Tendrá vida y juventud reconocidas hasta por un promedio de 15 años. Los vinos más antiguos requerirán de un trato muy específico para pervivir.

Puede ocurrir que al descorchar una botella y catar el vino, la lengua identifique un sabor astringente, es decir entre la sequedad intensa y el amargor, que no coinciden con las propiedades de la cepa que se bebe. En estos casos se deja “oxigenar” la botella para que el ambiente (temperatura, humedad, luz) hagan lo suyo como una obra mágica de la naturaleza.

Al cabo de algunos minutos, como si un mago hubiera posado su varita mágica sobre la botella, el vino habrá mejorado en forma notable, sobre todo dependiendo de la temperatura ambiente.

Es un mito aquello de que los vinos tintos no deben refrigerarse. Las etiquetas indican que éstos pueden beberse entre 16 y 17 grados Celsius, promedio. En climas húmedos como el limeño, conviene enfriarlos un tiempo. Si no, imagínese intentando tomar un vino tinto en verano a ¡temperatura ambiente!

No olvide que al abrir una botella, el vino continuará su ciclo de vida hasta convertirse en vinagre si no es bebido antes.

Sin habérnoslo propuesto nos hemos convertido en “vinófagos” porque digerimos algo vivo, pero no somos los únicos, sino pregunten a los que aman el yogurt...