febrero 16, 2012

Bach - Cello Suite No.1, 1. Prelude - bach

Piaget, los pata de perro y el futuro...

Fito Medrano

En el pasado reciente, la gente en Perú usaba una célebre expresión para criticar a sus hijos y amistades. “Sólo andas en la calle con ese pata de perro”, sentenciaba la frase. Así se cuestionaba a aquel amigo que nos tentaba a por jugar en las esquinas de nuestras casas.

Tengo la impresión que de allí surgió la frase contestaría para defender al amigo criticado. A la pregunta “¿quién es él?”, surgió la respuesta categórica. “Es mi pata”, que se mofaba de la crítica del padre o la madre.

“Pata de perro” era una de las expresiones más severas (¡cómo cambian los tiempos!) para comparar al hijo y a sus amigos, con los perros vagabundos que deambulan por el mundo sin rumbo, oficio o beneficio…

febrero 13, 2012

Camino de arena...

Este fue en su origen un blog de vinos, pero le he rolado hacia otros temas, en particular a uno que me interesa: la educación, el cual iré desarrollando de a pocos.

Ahora que mis notas se van al ciberespacio vía las direcciones de mis conocidos y a partir de ellos a otras personas, he decidido subir una imagen de las huellas de un camino de arena, tema de un próximo título de poesía que publicaré, dedicado en memoria de nuestro buen amigo Alfonso Cisneros Cox, alias Fonchín.

En este espacio seguiré compartiendo no sólo mis modestas ideas e impresiones sobre la vida, sino también música y videos. Ahora les adjunto, abajo de este artículo, un clip musical de Mozart, muy oportuno para la lectura.

Anímense a participar con sus comentarios, críticas y sugerencias.

Fito Medrano


Mozart - Piano Sonata No. 15 in C major, K. 545 - mozart

febrero 12, 2012

Para entendernos mejor


Escribe: Fito Medrano

¡Qué semana para estar ocupado!

Todo el tiempo frente a un ordenador, tecleando y tecleando cosas laborales o de mis estudios, y ni una posibilidad de añadir una línea a este blog…

Pero ya andamos de vuelta. Ahora que “volví” a escribir, entrecomillo lo de volver, porque, la verdad, siempre estoy escribiendo, he recibido el comentario de un par de amigos que se alegran que retome la “pluma” (ahora estas son puras metáforas frente a un mundo digital), pero también hubo alguien muy especial para mí, que me criticó acremente.

Me acusó de antiperuano, de sufrir complejos de superioridad por haber vivido mucho tiempo en el extranjero y apoyar a Iván Thays por sus críticas a la comida peruana. En realidad, no es que le diera mi respaldo, propiamente dicho. Lo que especifiqué y cito, por las dudas, fue: “Quizá exagere el escritor peruano con aquello que la comida peruana es indigesta, pero lo que sí, definitivamente, es desequilibrada en la composición de sus ingredientes”.

Y aproveché para hacer mí ya conocido alegado contra el comino.

Sin embargo, quizá no fue esto lo que mortificó a esta persona, sino que luego del alegato anti-comino, volví a la carga con algo que sí me parece a por tomar en cuenta, relacionado con nuestra actitud frente a la vida. Y me ratifico en que los peruanos tenemos una patología extraña. Quizá porque hayamos sido oprimidos por los incas, los españoles o los políticos republicanos, ocurre que nos encanta brincarnos las normas, acaso como un instinto de rebelión. Somos informales, nos gusta sacar provecho de toda situación y, desde un punto de vista psicológico, esto tendría algunas explicaciones vinculadas con nuestras profundas frustraciones de haber sido avasallados.

Y si antes era la opresión del costeño blanco de estirpe contra el serrano o selvático mestizo sin casta, los roles han cambiado y las luchas son de todos contra todos. El otrora sumiso serrano o selvático frustrado, es el nuevo rico, que no se acompleja y compite por el poder económico con el blanco costeño. Y, cosa curiosa, salvo honradas excepciones, ambos son informales, vulgares y con un acrecentado complejo de superioridad.

Vaya que si el tímido Freud hubiera vivido en esta época, tendría que haber pasado por un discípulo psicoanalista porque se hubiera atormentado de tanta contradicción.

Ahora bien, no es que todos los peruanos seamos malos o echados a perder. Claro que no. Los hay muy buenos y gracias a ellos, nos salvamos como país. No sólo me refiero a ilustres de la categoría de Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuellar o José Matos Mar, sino también a gente de a pie. A muchos cobradores de microbuses, a empleados bancarios, a oficiales y suboficiales de la Policía Nacional, a maestras abnegadas, a médicos cirujanos del sector público, a obreros calificados, a empleadas de hogar y más, que en sus distintas posiciones, son formales, educados, comprometidos con su quehacer, además de cordiales y progresistas. En estas mismas categorías los hay otros que son muy malos y por su actitud, desprestigian a sus instituciones y al Perú.

De allí que, efectivamente, generalizar sea algo malo.

Si lo hice, aunque me incluí al escribir en primera persona del plural, quizá no fui lo más objetivo. Lo asumo, pero lo que quise significar fue la idea-fuerza planteada: “La peruanidad debería ser un estado de ánimo que nos permita ver nuestros propios defectos para superarnos”.

Y, felizmente, ahora somos un país progresista que respeta los derechos humanos, que crecemos en términos macroeconómicos, que la gente tiene capacidad de gasto (aunque un poco artificial por las tarjetas de crédito), pero que ha llegado la hora de acentuar nuestra identidad nacional para que la justicia y la inclusión social deje de ser una frase. Que llueva parejo, si cabe la metáfora. Como parejos deben ser los modales, la cordialidad, el compromiso con la construcción de una sociedad en iguales condiciones para todos.

No escribo más, pero para la siguiente voy a explayarme sobre lo que concluí en la polémica crónica anterior: “No será esta y probablemente tampoco la siguiente generación de peruanos, la que nos enderece de nuestras malas actitudes y hábitos. Pero, ojalá, cuando empiece la segunda mitad del siglo XXI, entonces sí sea el inicio de un cambio donde empecemos a entendernos como nación, como cultura influyente”…

Verán que es tan importante entender la educación como un proceso permanente que debe empezar por una autocrítica de nuestra sociedad y sus instituciones, para descubrir que tenemos la solución a la mano y no en el paraíso inventado por los gringos…


¡Que tengan una buena semana!
Lima, a 12 de febrero de 2012.

febrero 05, 2012

Hola de nuevo, amigos - A propósito de la comida y la peruanidad


Tienen razón, este sitio tiene o tuvo pocos visitantes, pero la idea es retomar el hilo y subir a la lona de la web...

Ya no me apasiona hablar de vinos, lo confieso. Los tiempos cambian y uno con ellos.

Y en esto tiene algo que ver, lo que afirma el escritor Iván Thays cuando critica la denominada "búrbuja de aire del boom de la gastronomía peruana". Los peruanos tenemos el defecto de creernos el ombligo del mundo. Fuimos parte de una cultura ancestral trascendente y dictatorial, tal como fueron los incas, pero ahora no somos más que una cola de falso progreso de la globalización.

Decía que el tema tiene relación, porque hablar de vinos es una frivolidad. No porque sea malo, sino porque puede resultar muy snob en un país, donde, además, no hay cultura vitivinícola.

Algunos en el Perú se sienten logrados porque vienen artistas desfasados pero de renombre, a cantarnos y a confundirnos. Gastamos nuestro escaso dinero para estar parados en estadios donde vemos de lejos a las "celebridades". No nos damos cuenta que sólo contribuimos a enriquecerlos más, con tal de presumir que somos cosmopolitas.

Tenemos los valores alborotados. Nos confunden las tarjetas de crédito, las ofertas inmobiliarias, la presunción de una posición social, pero no somos más que tristes individuos manipulados por el comercio, la publicidad y también la política.

Pero de política hablaremos en otro momento.

Decía que el comentario de Thays me hizo reaccionar y volver a escribir. Si ya no hay espacios en los medios tradicionales, aquí están (también gracias a la globalización), los medios alternativos.

Quizá exagere el escritor peruano con aquello que la comida peruana es indigesta, pero lo que sí, definitivamente, es desequilibrada en la composición de sus ingredientes.

En la cocina peruana nos desgobierna el comino.

Podría pensarse que los chefs de moda tienen lengua de trapo, porque creen que condimentando con comino, hacemos los potajes más sabrosos. Una prueba más de la falta de exquisitez para guisar. El comino es dominante, absorbente, dictatorial, mata cualquier otro sabor que pretenda competir con él.

Tal como decía una vieja amistad mexicana, guisar con comino, es como meter un calcetín (una media) a un guiso, por lo penetrante y desagradable de su sabor.

Así que tampoco es para rasgarse las vestiduras que alguien que nos prestigia por ser un intelectual de renombre y joven, critique a la comida peruana.

Sin ir muy lejos, en el Perú hay mucha gente que no gusta de la Inca Kola y eso no los hace menos peruanos. Muchos prefieren la Coca Cola, al cabo de la misma corporación.

La peruanidad debería ser un estado de ánimo que nos permita ver nuestros propios defectos para superarnos. Pero eso también es difícil, los peruanos somos envidiosos, intolerantes, informales, nos encanta sacarle la vuelta a las normas.

No nos engañemos. Ni siquiera bebemos pisco, de allí la necesidad de crear un día de celebración.

No será esta y probablemente tampoco la siguiente generación de peruanos, la que nos enderece de nuestras malas actitudes y hábitos. Pero, ojalá, cuando empiece la segunda mitad del siglo XXI, entonces sí sea el inicio de un cambio donde empecemos a entendernos como nación, como cultura influyente, no con base en sacarle la vuelta a los demás, sino en la defensa de las libertades, los valores y el derecho.

No se olviden, la educación empieza en casa, no en las escuelas. Mientras no tengamos esto en claro, pocas cosas habrá por cambiar.

Hasta la siguiente...