diciembre 02, 2008

La chica de Ipanema no toma "jarabe de palo"

Otra clase práctica


Matrimonio por conveniencia

El merlot y las parrillas

Nada mejor que un merlot para disfrutar una parrilla dominguera, empezando con unos buenos chorizos, las infaltables salchichas vienesas y los anticuchos de corazón para darle ese toque peruano al evento.


Esta cepa se caracteriza por el sabor seco en boca que expresa una gran personalidad. El vino merlot permite descubrir el toque afrutado del mosto, producto de su escrupulosa elaboración y los cuidados en bodega.


A la hora de los cortes principales como el bife de chorizo, el asado de tira o las costillas, su inclusión producirá un amarre mágico no sólo para el paladar sino también en beneficio de la digestión, sobre todo si de por medio se incluyen el chimichurri, las salsas de ají con especias, las ensaladas, los choclos y las papas.

Si bien es sabido que en gustos se rompen géneros, apostamos por esta sugerencia sin perjuicio de que otras conocidas cepas como el cavernet sauvignon o su combinación con terceras, sean también del gusto de los comensales. ¡Provecho y felicidad!
Libertango de Piazzola

Algunos tips importantes


Abogamos por algo que no bebemos

Basta de chauvinismos baratos por el pisco

Los peruanos pecan de ridículos cuando hablan de pisco porque abogan por algo que no beben. Seamos realistas y asumamos las consecuencias. ¿En qué casa se ofrece pisco? ¿En qué discoteca se piden tragos con esa bebida?

Presumimos de nacionalistas, pero no sabemos defender lo nuestro. Buscamos tragos azucarados y del pisco lo único que nos llama la atención es el “sour”, ese invento creado a finales del siglo XIX por un viajero ingles en el hotel Mauri.

Pero de allí a que se tome pisco en una casa, en una fiesta o incluso entre amigos, eso ni hablar. No tenemos cultura de aguardientes, a no ser que estemos sin dinero y la pobreza nos arrime a empujarnos un sacarronchas sin marca ni estilo. Los cultores de esa bebida son una raza en extinción.

Al revés, queremos ser cosmopolitas: nos gusta el whisky, el ron caribeño, las cervezas lager, pero no sabemos usar vasos apropiados, ni tragos de receta. Se nos salen las plumas sin la más mínima vergüenza.

Lejos de molestarnos porque los chilenos comercialicen su aguardiente como bebida de bandera, deberíamos estar en paz. Parecemos al perro del hortelano que no come ni deja comer. ¡De qué nos quejamos si no lo tomamos! En su caso, el pisco no es peruano, ni chileno: es históricamente italiano desde hace 400 años y se vende con el nombre de grapa. Los argentinos lo beben y producen. Los bolivianos también tienen su propia bebida llamada singani, con un bouquet muy particular.

Vivimos confundidos cuando se trata de hablar de licores. Por ejemplo, creemos que un vino “borgoña” debe ser dulce, cuando la característica principal de esa cepa es su astringencia al paladar, la personalidad fuerte y jamás melosa.

Al parecer, debido al complejo europeo de beber brandy, vermouth o cognac por aquello de ser “finos”, se pervirtió la producción vitivinícola desde finales del siglo XIX. A falta de esos productos, se optó por endulzar los vinos y nos malcriamos.

Es muy triste encontrar en los supermercados la oferta de muchísimos vinos azucarados bajo la denominación “demi sec” o “borgoña” como las estrellas del anaquel. ¡Qué horror!

En un mundo globalizado, las etiquetas y las banderas pasan a segundo plano. Lo importante es competir por calidad, por precios, por posicionamiento de mercado. Lo demás es pretender resucitar a un muerto sin auxilio bíblico. Amén.

noviembre 29, 2008

Audio "Sabor a ti"

Protocolo del vino


Cepas o no sepas

Nosotros,
los
"vinófagos”

Sí, amigo lector. Aunque le suene extraño, el vino está vivo en la botella y aún más en la copa. ¿Por qué? El zumo de uvas, cocido de manera natural por la fermentación, adquiere vida y se encuentra en un proceso de oxidación, lo que más amablemente podría ser, de afinación...

Mientras se encuentre cerrada y embodegada bajo condiciones aparentes, la botella será la perfecta bella durmiente del cuento de hadas. Tendrá vida y juventud reconocidas hasta por un promedio de 15 años. Los vinos más antiguos requerirán de un trato muy específico para pervivir.

Puede ocurrir que al descorchar una botella y catar el vino, la lengua identifique un sabor astringente, es decir entre la sequedad intensa y el amargor, que no coinciden con las propiedades de la cepa que se bebe. En estos casos se deja “oxigenar” la botella para que el ambiente (temperatura, humedad, luz) hagan lo suyo como una obra mágica de la naturaleza.

Al cabo de algunos minutos, como si un mago hubiera posado su varita mágica sobre la botella, el vino habrá mejorado en forma notable, sobre todo dependiendo de la temperatura ambiente.

Es un mito aquello de que los vinos tintos no deben refrigerarse. Las etiquetas indican que éstos pueden beberse entre 16 y 17 grados Celsius, promedio. En climas húmedos como el limeño, conviene enfriarlos un tiempo. Si no, imagínese intentando tomar un vino tinto en verano a ¡temperatura ambiente!

No olvide que al abrir una botella, el vino continuará su ciclo de vida hasta convertirse en vinagre si no es bebido antes.

Sin habérnoslo propuesto nos hemos convertido en “vinófagos” porque digerimos algo vivo, pero no somos los únicos, sino pregunten a los que aman el yogurt...