Obligar a votar a los ciudadanos no es el camino adecuado
para conseguir un gobierno que represente a las mayorías nacionales. En los países desarrollados de Europa y
América del Norte el sufragio es facultativo, vale decir, voluntario y
responsable.
En Perú el sistema coacciona a la emisión del sufragio
ocasionando que mucha gente lo haga por obligación y no por legítimo interés. Quienes no votan –salvo los casos de salud u
otros muy específicos- deben pagar una multa para rehabilitar sus derechos
ciudadanos.
La obligatoriedad hace que se espere el último
momento para definir el voto. De ahí que algunas veces hayamos escuchado las clásicas preguntas en la cola previa a la casilla electoral:
“¿quiénes son los candidatos?” o “¿cuál es el símbolo del partido?”.
Las contradicciones de nuestra Constitución evidencian el
paternalismo con el que se valora la conciencia cívica. Existe la idea que
obligando a los ciudadanos a sufragar se garantiza una elección democrática.
La aberración jurídica de nuestro marco constitucional
sostiene que el voto es "personal, igual, libre, secreto y obligatorio“.
La pregunta cae de madura ¿si es libre, cómo podría ser
obligatorio?
Por supuesto que los leguleyos en pro del voto obligatorio
intentan confundirnos al afirmar que es “libre” porque tenemos la “libertad” de
elegir, olvidando que la verdadera acepción de la expresión se refiere a la “facultad
natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar,
por lo que es responsable de sus actos”.
Esta no es una definición antojadiza, se trata de la
denotación que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua y es
importante hacer hincapié en que uno puede obrar o no obrar, es
decir votar o no votar, de acuerdo a nuestra propia responsabilidad y
conciencia.
En el escenario de un sufragio facultativo solo los
ciudadanos comprometidos acudirían a votar permitiendo la renovación de autoridades a
partir de un acto informado. Eso ayudaría a que la gente tome conciencia de su
rol ciudadano.
Por ello es un imperativo reformar la Constitución Política
para acercarnos a un terreno electoral más interesante y acorde con los tiempos
actuales.
¿Cuándo vamos a permitir que nuestros derechos a la libertad
se ejerzan en su verdadero contexto? Solo depende de nosotros mismos. Lamentablemente,
todo hace suponer que la nueva composición del Congreso unicameral (otro
escenario por reformar hacia el bicameralismo) no lo permitirá todavía.
Pero no perdamos la fe y sigamos haciendo incidencia
política para generar corrientes de opinión pública que nos permitan perfilar
un futuro mejor.
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