abril 08, 2016

Voto libre y obligatorio, una aberración jurídica que urge corregir

Adolfo Medrano

Obligar a votar a los ciudadanos no es el camino adecuado para conseguir un gobierno que represente a las mayorías nacionales.  En los países desarrollados de Europa y América del Norte el sufragio es facultativo, vale decir, voluntario y responsable.

En Perú el sistema coacciona a la emisión del sufragio ocasionando que mucha gente lo haga por obligación y no por legítimo interés. Quienes no votan –salvo los casos de salud u otros muy específicos- deben pagar una multa para rehabilitar sus derechos ciudadanos.

La obligatoriedad hace que se espere el último momento para definir el voto. De ahí que algunas veces hayamos escuchado las clásicas preguntas en la cola previa a la casilla electoral: “¿quiénes son los candidatos?” o “¿cuál es el símbolo del partido?”. 

Las contradicciones de nuestra Constitución evidencian el paternalismo con el que se valora la conciencia cívica. Existe la idea que obligando a los ciudadanos a sufragar se garantiza una elección democrática.

La aberración jurídica de nuestro marco constitucional sostiene que el voto es "personal, igual, libre, secreto y obligatorio“. 

La pregunta cae de madura ¿si es libre, cómo podría ser obligatorio?

Por supuesto que los leguleyos en pro del voto obligatorio intentan confundirnos al afirmar que es “libre” porque tenemos la “libertad” de elegir, olvidando que la verdadera acepción de la expresión se refiere a la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”.

Esta no es una definición antojadiza, se trata de la denotación que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua y es importante hacer hincapié en que uno puede obrar o no obrar, es decir votar o no votar, de acuerdo a nuestra propia responsabilidad y conciencia.

En el escenario de un sufragio facultativo solo los ciudadanos comprometidos acudirían a votar  permitiendo la renovación de autoridades a partir de un acto informado. Eso ayudaría a que la gente tome conciencia de su rol ciudadano.

Por ello es un imperativo reformar la Constitución Política para acercarnos a un terreno electoral más interesante y acorde con los tiempos actuales.

¿Cuándo vamos a permitir que nuestros derechos a la libertad se ejerzan en su verdadero contexto? Solo depende de nosotros mismos. Lamentablemente, todo hace suponer que la nueva composición del Congreso unicameral (otro escenario por reformar hacia el bicameralismo) no lo permitirá todavía.

Pero no perdamos la fe y sigamos haciendo incidencia política para generar corrientes de opinión pública que nos permitan perfilar un futuro mejor.

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