junio 22, 2016

KUCZYNSKI: ¿UN LEGUÍA DEL SIGLO XXI?

Adolfo Medrano

La segunda y tercera década de cada centuria están marcados por cambios que repercuten en la vida republicana del Perú. Lo fue cuando la independencia y también con las reformas que impulsó el oncenio leguiísta.

A Augusto Bernardino Leguía se  le reconoce como impulsor y gestor de innumerables obras de infraestructura social y económica, creador de entidades que funcionan hasta la fecha como el Banco Central de Reserva y promotor de polémicos acuerdos limítrofes, entre otros.

Si hacemos un símil retrocediendo cien años, en 1916 comenzaban a asomar ya los nuevos líderes que habrían de renovar la política decimonónica. Serían básicamente Haya y Mariátegui, quienes con sus ideas progresistas desaparecerían para siempre a los viejos movimientos civilistas y caudillistas. 

Algo de eso pasa ahora. Ni apristas, comunistas, acciopopulistas o pepecistas sobrevivirán a los tiempos actuales y es seguro que en las aulas universitarias se incuban ya los nuevos líderes del siglo XXI, quienes, se espera, hagan frente al neoliberalismo ortodoxo.

Visto a la distancia, el presidente del oncenio fue un modernizador y, sin duda, marcó el derrotero de progreso en el siglo XX. No hacemos comparación sobre sus credenciales democráticas porque ahí lleva las de perder.

Volviendo al tiempo actual, la campaña electoral acabó y queda por saber qué pasará cuando se instale la nueva administración. Si la izquierda  (dizque) marxista no apoya al virtual mandatario por quien depositó su voto, tendremos un gobierno a la deriva sujeto a los condicionamientos legislativos.

Escenario bastante complicado porque Kuczynski estrenará un gobierno con minoría en el Congreso unicameral, donde las huestes fujimoristas hacen mayoría absoluta. ¿Sobrevivirá Fuerza Popular en el siglo XXI? En un quinquenio más sabremos la respuesta.

Lo cierto es que la segunda vuelta electoral exhibió lo peor de nuestra idiosincrasia: el odio entre peruanos que refleja la gran frustración de ser un país pobre y no saber cómo resolver la falta de industrialización y los problemas de exclusión social en un país que, contra todo pronóstico, sigue siendo racista.  

Es posible que el ciclo de vida política Kuczynski culmine tras su mandato y solo será recordado si articula las reformas que marquen la ruta del presente siglo. Resulta una incógnita saber qué tanto podrá transformar a una sociedad informal e irreverente como la peruana. 

Los retos actuales son tan grandes que parecen una prueba de fuego para Kuczynski. Pronto sabremos si estamos frente a un técnico que puede maniobrar en aguas turbulentas y propiciar el desarrollo, o al político que naufraga en el intento.

El progreso será posible solo cuando la población deje la informalidad y cuando la educación vuelva a ser la de antes: con asignaturas de nombre propio que hagan énfasis en valores y actitudes.

Kuczynski sembrará pero la cosecha –si la hay- se realizará a mediano plazo. Quizá cuando él ya no esté con nosotros, lo recordaremos sin pasiones luego de haberlo criticado tanto: el deporte favorito de muchos peruanos.

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