diciembre 19, 2014

Todos somos Ayotzinapa: Una mirada a México de fuera

Eraclio Zepeda recibió Medalla Belisario Domínguez.  
Adolfo Medrano

Del dolor que vive México por el clima de violencia criminal, los extremistas se valen del efecto mediático para generar la idea de inseguridad y caos generalizado.

Independiente al reclamo social que cuestiona la presencia militar en determinados municipios o denuncia el abuso de la fuerza pública, resulta importante que los tres niveles de gobierno y la sociedad civil asuman compromisos para lograr consensos sin patear el tablero desde ambas orillas.

A todo esto, ¿ya nadie se acuerda del narco? ¿Sabemos quiénes financian a los encapuchados? ¿De qué viven los gremialistas que solo andan en marchas y bloqueos? Son preguntas que resultan útiles para que el periodismo de investigación allane el camino a la administración de justicia.

¿Por qué no se hace un seguimiento minucioso al núcleo (dizque anarquista) que produce violencia en cada marcha o acto público en el que se infiltra? ¿Quiénes son? ¿Dónde fabrican los explosivos que usan en agravio de la sociedad?    

Condenamos la desaparición de los ahora 42 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, y en ese escenario resulta importante recordar el discurso de Eraclio Zepeda, nada menos que un antiguo militante comunista, fundador del Partido Socialista Unificado de México y reconocido escritor chiapaneco, al recibir la medalla Belisario Domínguez el pasado 15 de diciembre, máximo galardón que otorga el Senado mexicano a los ciudadanos eminentes de la sociedad.

“Por grande que sea el dolor, el crimen no se combate con más crimen. La arbitrariedad, la violencia, la destrucción de instituciones y propiedades de particulares y el acoso de los trabajadores y la ley, al grado de poner en peligro su propia integridad, es inaceptable”, dijo durante el acto protocolar, celebrado en la vieja casona de Xicoténcatl, sede alterna del Senado, ante la presencia del presidente Enrique Peña Nieto.

Algunos sectores gremiales confunden la indignación que produce la muerte de esos estudiantes, así como de tantos otros degollados, desaparecidos, secuestrados y mutilados que no se mencionan, con el hecho de generar más violencia atentando contra la propiedad privada y pública, realizando bloqueos de vías, cobrando cupos en las casetas de carreteras y celebrando juicios dizque populares contra personas a las que secuestran y agreden. ¿Estas no son violaciones a los derechos humanos? ¿Esto no es condenable? ¿Ese es el respeto al derecho ajeno que nos confiere la paz?

“Se ha desatado una crisis social que la sociedad rechaza y padece. Las manifestaciones de protesta han ido creciendo en violencia. Es dolorosa e inaceptable la desaparición de los jóvenes normalistas, pero hay que reconocer también que el gobierno ha desplegado una enorme fuerza de búsqueda y de investigación, sin límite de esfuerzos de todo tipo”, agregó el militante izquierdista Zepeda.

Remarco su filiación política para que se reconozca la procedencia de la crítica. Resulta muy cómodo responsabilizar por la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa al gobierno de la república. Si la corrupción ha llegado a carcomer a determinados niveles de la administración federal, estatal o municipal, eso no significa que todos sus miembros sean deshonestos. Las generalizaciones son peligrosas y distorsionan la realidad.

También hay quienes quieren subirse a la ola y utilizan todas las tribunas para hacerse notar. Caso del joven que irrumpió en la ceremonia de la entrega del Nobel de la Paz a la paquistaní Malala Yousafzai, en Oslo. O algunos ciudadanos que hacen lo mismo en actos públicos instando al mandatario mexicano a pedir perdón por la muerte de los jóvenes normalistas. La indignación es general, pero no puede haber un linchamiento mediático contra el gobierno federal.

¿Debe hincarse el presidente Peña Nieto por este hecho? Yo creo que no. Él mismo ha dicho en reiteradas oportunidades que “para conocer la verdad de lo ocurrido… que no haya impunidad, que todos los culpables sean castigados conforme a derecho, y que se dé la reparación integral a las víctimas”. Es una cita tomada de la Jornada, un periódico crítico al gobierno federal y de izquierda.
 
Tenemos un problema ciudadano: seguimos viendo la rama y no el árbol del problema.

“En la tragedia de Iguala se combinaron condiciones inaceptables de debilidad institucional que no podemos ignorar. Un grupo criminal que controlaba el territorio de varios municipios, autoridades municipales que eran parte de la propia estructura de la organización delictiva, policías municipales que en realidad eran criminales a las órdenes de delincuentes”, ha dicho el mandatario sumando su voz al grito ciudadano “Todos somos Ayotzinapa”.

Fomentar la violencia y el caos es caer en el juego de los criminales, interesados en cosechar desorden para destruir el régimen de democracia constitucional. Actuemos con inteligencia defendiendo la vida, respetando los derechos y deberes ciudadanos, así como a las instituciones que nos representan a todos.    

Lima, 19 de diciembre de 2014.

No hay comentarios: