agosto 02, 2013

El arte de enseñar: del Homo Sapiens al Homo Tecnologicus

Adolfo Medrano

Desde tiempos inmemoriales, el homínido tuvo diversas ocupaciones y preocupaciones en su proceso de evolución hasta llegar a la condición de homo sapiens, es decir cuando se convirtió en un ser pensante. Acaso, lo más apremiante en esa transformación fue su deseo de sobrevivir en un mundo lleno de peligros. 

Desde que adquirió la condición de bípedo, el hombre prehistórico vivió primero en los árboles para no ser devorado por los animales salvajes y, esa posición, le permitió aguzar el sentido de la observación y, si cabe, el criterio de la deducción. 

Según una investigación de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), citada por el sitio web Ojo Científico, existen pruebas para afirmar que hace 790.000 años los hombres tuvieron un alto control del fuego. Se arribó a esta conclusión mediante el análisis de los restos fósiles de poblaciones encontradas a lo largo del río Jordán. 

Teniendo en cuenta que el Homo Erectus vivió entre 1,8 millones y 300 000 años antes de la era cristiana, es fácil inferir que durante ese largo trajinar previo a su conversión en Homo Sapiens, aprendió a sobrevivir –es decir, a comer, cazar o defenderse- con base en el empirismo y, sin duda, también en el instinto. Un ejemplo claro, fue el arte de hacer fuego. Al parecer su descubrimiento fue casual debido a la irrupción de lava volcánica o por los restos candentes de algún meteorito. Al reconocer que sus llamas producían calor, las usaron inicialmente para abrigarse de los crudos inviernos y glaciares. Luego aprendieron a cocer los alimentos, pero tuvieron un gran problema que tomó largo tiempo en solucionar: no sabían cómo generar la combustión, de suerte que mantener la flama encendida fue motivo de guerras, disputas, adoraciones, supersticiones, jerarquías y poder.

La relación no siempre armónica entre diversas etnias con grados de evolución variada, permitió un cambio de información que habría dado lugar a uno de los primeros intentos de transmisión de conocimiento prehistórico. Es decir, producir el encendido de la flama con base en la talla de maderos secos y el soplido persistente, fue todo un descubrimiento y dio origen al arte de enseñar para generar combustión por fricción.

Los humanos prehistóricos debieron reconocer varios pasos en este proceso. Primero, que la fricción producía el calentamiento por el roce permanente de los maderos; segundo, que la aparición de una discreta columna de humo era el inicio del proceso de combustión; y tercero, que debía inyectarse aire para la aparición de una llama diminuta de fuego. 

El resto consistía en cultivar esa pequeña flama para hacerla crecer y convertirla en una brasa duradera. Pero, aunque esto parece simple en apariencia, en realidad fue un largo aprendizaje con diversas estrategias didácticas empíricas que significaron el inicio de la evolución en la alimentación, vestido, producción de utensilios de cocina, instrumentos y armas.

En tanto el Sapiens fue integrándose en grupos, formando sociedades, ciudades, estados y, por tanto, potenciando sus capacidades, pasaron muchos siglos hasta que vio su aparición la primera escuela pública en 1595, fundada por José de Calasanz en Roma, acaso un promotor del acceso a la educación de los sectores menos favorecidos. 

Empero fue Juan Comenio (1592-1670), quien con su obra Didáctica Magna (1630), marcó el inicio de la Didáctica como ciencia y técnica para resolver las necesidades de la época. Según este autor (Wikipedia.org) la educación debía ser universal, tener orden y método, en tanto que amena y, el alumno, ser el centro de atención. Este viejo filósofo checo aportó ideas educativas basándose en tres métodos: comprender, retener y practicar. 

A lo largo de la Edad Media las convicciones dogmáticas constituyeron un freno para la ciencia y su correlato fue la fuerte incidencia escolástica que marcó la vida académica hasta el advenimiento, primero, del renacimiento y, luego, de la ilustración, que abrió una visión al conocimiento para “disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido (Wikipedia, org), por este motivo, como el Siglo de las Luces”.

La evolución de la sociedad ha sido marcada por tres grandes olas, a decir de Toffler, y tras el paso de la revolución agrícola y la revolución industrial, nos encontramos ahora en la tercera ola post-industrial o era del conocimiento que marca el inicio de una nueva concepción del mundo en función del avance tecnológico y los servicios.

De esta manera el desarrollo de la ciencia y tecnología (Loayza, N.) permite definir a la didáctica como la “enseñanza planificada, sistemática, intencional y especializada, que brinda experiencias formativas acorde con el desarrollo socio cultural en un determinado espacio tiempo”.

Visto así, la didáctica de la educación superior puede estar comprendida en dos campos específicos de la oferta educativa: los programas de educación presencial y los programas de educación a distancia.

Iniciado el siglo XXI, las Estrategias de la Didáctica Moderna afectan a todas las vertientes de la actividad humana.

Nuevas ideas y perspectivas afloran en el campo de la educación. Surgen diversas propuestas educativas para dar sustento a aprendizajes cada vez más complejos y  desarrollar nuevas competencias profesionales.

Los modelos de educación a distancia (CUV, 2013) y su nueva generación basada en tecnologías conocidas como e-learning o teleformación, aumentan la flexibilidad del aprendizaje al hacerlo menos dependiente del tiempo y el espacio.

Hablar de estrategias de la didáctica moderna nos lleva a pensar también en la época en que nos encontramos, es decir la transición de un paradigma conductista que caracterizó al siglo XX a un paradigma constructivista que marca ya el siglo XXI en función de la tecnología y los cambios de hábito de los procesos de enseñanza-aprendizaje.


Cuando hablamos de esos “cambios de hábito” nos referimos al poco apego de los jóvenes estudiantes por la lectura de impresos, es decir a la resistencia de la consulta de bibliografía formal y su reemplazo por resúmenes de internet, el copiado y pegado de textos, y la presentación de trabajos con base en láminas digitales. Algo parece no estar funcionando bien. El lado malo de la tecnología es que vuelve ocioso al cerebro. El antecedente es la televisión que acabó con la imaginación impidiendo que podamos recrear de forma libre a nuestros personajes o escenarios… 

Es muy probable que cuando este siglo XXI se encuentre hacia el año 2060, los procesos de enseñanza-aprendizaje sufran algunas modificaciones en función de la tecnología. Es un poco aventurado hablar de ello porque la centuria está en construcción, pero es fácil advertir que el concepto “Smart” cambiará muchas cosas. Podremos recibir los correos y llamadas telefónicas en una diadema (vincha) que se conectará de manera directa con el cerebro por medio de micro-sensores, sin necesidad de usar las manos o cables, por ejemplo. La información y el conocimiento serán procesados en resúmenes. Pero, sin duda, la producción intelectual y científica se incrementará, siendo un reto saber cómo la gente la procesará. Lejos de lo que se cree respecto a que el conocimiento se anquilosa o resulta ineficaz en un mundo en rápida evolución, es este el que permite los cambios en nuestra vida cotidiana. 

La era del Conocimiento está en pañales, pero se avizoran muchas transformaciones. De otra manera no tendríamos a la fecha, imágenes tan actuales del planeta Marte, ni una visión tan temeraria de un porcentaje del universo infinito. Tampoco contaríamos con un mapa del genoma humano. Solo este último avance producirá muchísimos cambios en la ingeniería genética y, qué duda cabe, el inicio de una nueva faceta del ser humano, acaso en su concepto de Homo Tecnologicus porque se resolverán muchas enfermedades y los procesos de robotización afectarán la anatomía humana.

El dilema del aprendizaje en formato impreso o digital habrá llegado a su fin, cuando las generaciones nativas de la tecnología, comprendan la importancia de acopiar conocimiento e información en formatos digitales, volviendo al concepto de la lectura desde esos nuevos entornos. Lo que nos falta ahora es saber manejar la tecnología para que deje de hacernos seres consumistas sin conciencia. Un pequeño-gran reto ahora que el neoliberalismo intenta hacernos creer que todo se resuelve comprando y generando deudas.

Y será un desafío para la didáctica asumir los nuevos roles del futuro que tenemos a la vista para lograr una educación de calidad.


BIBLIOGRAFÍA
NERICI, I. Hacia una Didáctica General Dinámica. Buenos Aires. Kapelusz. 1970.
Centro Universitario Virtual (2013) - Universidad Nacional de Santiago del Estero (U.N.S.E.) en: http://fce.unse.edu.ar/centrouniversitariovirtual

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