mayo 17, 2013

Allá en el rancho grande, lo que cambia y no cambia…

Adolfo Medrano
A fin de marzo de 2013, me reencontré con México después de tres largos años. Muchas cosas están cambiando en la seguridad, la política, la economía, la cultura y el transporte, pero solo una se mantiene inalterable, me refiero a la cordialidad que caracteriza a su gente.
Decía que muchas cosas han evolucionado, empezando por las medidas de seguridad para combatir el narco. Por ejemplo, el inmenso aeropuerto internacional Benito Juárez de Cd. de México, otrora territorio libre de los recién llegados en tránsito hacia la Migración, es hoy un pasillo restringido y encapsulado en vidrio, donde ya no hay accesos hacia las tiendas del Dutty Free. Me refiero a la Terminal 1, por cuyas instalaciones no había circulado los últimos años.

La medida obedece, sin duda, a la necesidad de mejores controles de los viajeros y para que no se escabullan quienes tienen problemas con la justicia. Esa es la tendencia en los aeropuertos de la mayoría de países.

En la política, el nuevo gobierno federal da muestras de tomar el toro por los cuernos en varios temas. Uno emblemático, aunque no resuelve el problema de fondo,  fue cortar con el poder fáctico que representaba la lideresa del sindicato magisterial, acaso el más influyente del país y de la región.  

Nos referimos como problema de fondo a los estándares de la calidad educativa que deben ser mejorados, a decir de los especialistas, y al necesario proceso de evaluación por el que deben pasar los maestros. La resistencia manifiesta a cualquier examen de sus competencias profesionales origina marchas y plantones prolongados, cuyos principales perjudicados son los niños y jóvenes en edad escolar.

Pero, decía, las cosas van cambiando. No será sempiterna la resistencia magisterial a los cambios, pues, aunque cueste creerlo, estamos en un momento de transición. En breve, cuestión de una década  a lo sumo, una nueva generación de maestros asumirá el rol trascendental de formar a las nuevas generaciones de mexicanos en este siglo XXI, de la “era del conocimiento”, en alusión al avance de la ciencia y la tecnología.   

En cuanto a la economía, los indicadores macroeconómicos dan cifras en azul y ello refleja la estabilidad de las finanzas en función del crecimiento industrial y la productividad, aunque, tal como ocurre siempre, la economía doméstica y la oferta de empleo no compartan dichos triunfos.

Ocurre que vivimos en el dominio de una economía neoliberal globalizante, interesada más por los resultados y el movimiento de capitales, sin ocuparse demasiado por el andamiaje que sostiene esa economía, es decir los trabajadores. Si bien en México mucha población económicamente activa tiene nómina aún (está en planilla), la tendencia es a reducir el Estado, en función del llamado Consenso de Washington que dicta las diez medidas neoliberales básicas.   

En términos comparativos, si bien, por ejemplo, los precios siguen siendo más altos en promedio a los de Perú, es posible encontrar muchas ofertas para comprar electrodomésticos, ropa y libros.

Sí, y me detengo en los libros, aunque suene decimonónico. Felizmente, en México la gente lee todavía, aunque algunas estadísticas y críticas digan lo contrario, y la visita a librerías es un ritual que no ha perdido su encanto. Cuando se pide informes a las personas que atienden, jóvenes por lo regular, da mucho gusto descubrir que conocen los textos o a los autores y suelen dar referencias acertadas.

De viaje en el metro, el trolebús, el metrobús o un pesero se encontrará siempre a más de una persona, joven o mayor, concentrada en la lectura de un impreso.

También destaca la bien nutrida oferta cultural. Basta con salir a la calle para sentirse conectado e integrado con esa magia envolvente que se vive en calles, plazas y transportes, amén del sinnúmero de museos, centros culturales, cines y teatros que ofrecen múltiples posibilidades de acceso a eventos, exposiciones temporales, conferencias, clases de baile, música, dramaturgia, etc.

Y a propósito de los sistemas de transporte, desde el 2006 a la fecha, la red del metrobús se ha incrementado como una telaraña que conecta varios puntos estratégicos de Cd. de México y también destaca el uso frecuente del sistema de bicicletas rentadas que promueve el Gobierno del Distrito Federal.

En una ciudad donde los niveles de contaminación del ambiente son altos, el uso de la bicicleta es una medida que contribuye a crear conciencia para cuidar el entorno y la salud.

Y, si hay algo que no ha cambiado, es la amabilidad de la gente. Da mucho gusto salir y sentirse integrado en una sociedad no excluyente. La cordialidad y el encanto por la plática desinteresada ayuda al recién llegado a integrarse y sentirse cómodo.  Allá en el rancho grande, allá donde vivía, la vida transcurre, qué duda cabe, en armonía y paz.

3 comentarios:

Shanny Robles dijo...

Felicidades, me gustó mucho estimado profesor, bendiciones.

Adolfo Medrano dijo...

Gracias

Unknown dijo...

Visitando el rancho grande ¿ y sin saludar a las chilangas...??? muy malo.