Mientras la clase política sigue cuestionando al presidente
Pedro Pablo Kuczynski por el indulto al exmandatario Alberto Fujimori, el Perú
se acerca al bicentenario de su independencia sin haber generado una conciencia
crítica de su propia historia, ni haber afirmado una cultura cívica relevante
que haga frente a la informalidad.
Un pueblo que no conoce su historia no puede tener un
compromiso claro con su propia existencia. Quizá por esta razón el ministro de
Educación, Idel Vexler se adelantó a proponer que los escolares sepan desde la
primaria el daño que causó el terrorismo en las décadas de 1980 y 1990 como una
forma de reflexionar sobre nuestra realidad.
La idea es buena pero el asunto pasa por reformar el Plan de
Estudios de la educación primaria y secundaria pues las áreas curriculares
abarcan temas diversos y no siempre convergentes, ocasionando que algunas veces se aprenda a
medias, otras veces mal o casi nunca.
Como no existen las asignaturas con nombre propio,
el conocimiento se organiza en bloques con el agravante de que no siempre se
cumplen los contenidos tal como están previstos. Será por eso que algunos
alumnos universitarios de pregrado aseguran no haber recibido clases de
historia del Perú durante el colegio.
El tema histórico está ubicado dentro del Área Ciencias
Sociales y durante la educación secundaria el alumno debe adquirir tres
competencias a saber: “construye interpretaciones históricas, gestiona
responsablemente el espacio y el ambiente, gestiona responsablemente los
recursos económicos”.
En la práctica parecería que se abordan tres asignaturas de
manera simultánea: la historia, la geografía y la economía política. ¿Será
adecuado estudiar de esta manera?
El documento oficial “Programa curricular de Educación
Secundaria 2016” dice en su página 30 lo siguiente: “Es importante señalar que
las competencias están vinculadas entre sí y no pertenecen de manera exclusiva
al área curricular en la que se enfatiza su desarrollo”. Bajo este esquema un tanto contradictorio,
podría especularse que algunas áreas de conocimiento no van a dar los
resultados esperados.
En parte los profesores son víctimas de esta situación
porque se ven forzados a cumplir como sea temas tan diversos para los cuales,
algunas veces, no están preparados de manera adecuada.
La intención del ministro Vexler de que se conozcan hechos históricos es acertada y le corresponderá a su gestión verificar su cumplimiento. Desechar el Currículo Nacional de la Educación Básica en esta coyuntura no
es lo más recomendable, sin embargo su reemplazo por otro documento debería ser
una tarea que se trabaje en segundo plano para dar noticias más adelante.
En cuanto a reforzar los contenidos históricos, no se trata
de conocer solo la violencia que asoló el Perú a final del siglo XX sino
también comprender los procesos de exclusión social a lo largo de la colonia y
el advenimiento de la república aristocrática que no se preocupó por hacer del
Perú un país industrial e inclusivo. Estos temas se encuentran dentro de los
desempeños de tercer y cuarto grado de secundaria, pero ¿se cumplen con enseñarlos?
A tres años del bicentenario de la independencia, es una
obligación del Ministerio de Educación hacer visible la asignatura Historia del
Perú en el Currículo Nacional como parte de un proceso
que coadyuve a una conciencia cívica a partir de la comprensión de los hechos
que determinaron el derrotero del país.
Si existe la “Educación Religiosa” con nombre propio a pesar
de ser un país laico, no se entiende cómo las asignaturas clásicas
del conocimiento -entre ellas la historia del Perú- estén refundidas en el
conjunto de las otras diez áreas curriculares del Plan de Estudios, impidiendo un
aprendizaje adecuado.
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