Los casos de corrupción nos invaden y vuelven
a cobrar protagonismo apenas iniciada la administración Kuczynski, nada menos
que en un funcionario del primer círculo gubernamental, obligado a renunciar
por las evidencias en su contra.
¿Qué hacer para librarnos de este mal? El asunto es
complicado pues pasa por los valores que se inculcan en el hogar. Si reconocemos
el alto grado de informalidad que nos caracteriza como sociedad, sería ingenuo
pensar que lo vamos a resolver en el corto plazo. Por supuesto que hay minorías
responsables, pero unas cuantas gaviotas no hacen verano.
El caso en cuestión se circunscribe al beneficio que
supuestamente iba a lograrse merced al convenio entre el Arzobispado de Lima y el
Sistema Integral de Salud (SIS) con la atención de pacientes en la Clínica de
Osteoporosis SAC.
Independiente al hecho delictivo de haber sido o no “chuponeado”
en Palacio de Gobierno, llama la atención la forma en que el exasesor
presidencial habla de hacer negocios: “Ya quiero empezar a trabajar. Esa es
nuestra mina de oro. No sabes la cantidad de plata que vamos a ganar…” (sic).
Para que exista corrupción se requieren siempre dos actores
sociales: el que pretende corromper y el que se deja corromper. Ambos son
responsables, lo cual implica que la investigación fiscal debe focalizarse no
solo en el médico Moreno sino en los funcionarios públicos, de la curia y de la institución prestadora de salud privada. No puede haber impunidad.
¿Es la primera vez que se hacen negocios violando la
confianza de la sociedad? Por supuesto que no. Es un mal que sucede desde los
más altos niveles de gobierno hasta los más bajos estratos de la sociedad civil.
Corrupción viene del hecho de corromper las normas y muchos
lo hacen. Un ejemplo clásico ocurre cuando un conductor ofrece dinero a un
policía para no recibir una multa. Desde el punto de vista del infractor, la
autoridad es la corrupta. Él no se ve a sí mismo como tal. En la práctica ambos
son corruptos, tanto el que ofrece como el que recibe la plata.
Otro caso típico es cuando se regala una bebida gaseosa, un
paquete de galletas o se da una propina al encargado de un servicio público
para una atención más rápida o la reserva de una cita en fecha próxima. Mismo
escenario, el usuario y el empleado son corruptos.
De acuerdo a la Real Academia Española, algunas de las
connotaciones de corrupción se refieren a las organizaciones, especialmente las
públicas, cuya práctica consiste en la utilización de las funciones y medios de
aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Porque, no
nos confundamos, corromper es sobornar a alguien con dádivas o de otra manera,
pervertir a alguien, haciendo que algo se deteriore.
Debemos entender que la corrupción y la informalidad
constituyen el verdadero cáncer que padecemos como sociedad y su solución está
asociada o, más bien condicionada, a que el Estado funcione de manera adecuada,
las oportunidades de empleo o prestaciones sean parejas para todos los
ciudadanos, la exclusión social deje de ser un paradigma, reconozcamos que
padecemos un complejo racial y que hemos perdido las buenas formas y protocolos.
Las conversaciones de Moreno filtradas a los medios de
comunicación llevaron a la Presidencia del Consejo de Ministros a actuar de
oficio denunciándolo ante La Fiscalía Especializada de Corrupción de
Funcionarios por los delitos de concusión, colusión, cohecho pasivo propio,
cohecho pasivo impropio, negociación incompatible, tráfico de influencias y
asociación ilícita. No la tendrá fácil.
Este es el inicio de una cadena de descubrimientos en los
que podrían estar involucrados otros funcionarios públicos y personalidades de
la sociedad civil. Que la justicia caiga con todo el peso de la ley a los
responsables.
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