No se combate a la delincuencia atrapando criminales y
refundiéndolos en penales hacinados, donde lejos de readaptarse van a regresar
a las calles con más enjundia para delinquir. Este es el primer pendiente que
la administración Kuczynski debe resolver y no olvidemos que fue una de sus
ofertas electorales.
"Necesitamos cárceles productivas. Tenemos 77 mil
personas encarceladas y la capacidad de las cárceles es de 30 mil. Los jóvenes
deben aprender oficios en las cárceles", dijo durante el segundo debate
presidencial con la señora Keiko Fujimori, el pasado 29 de mayo de 2016.
La propuesta parecía débil frente al anuncio de su
contrincante de enviar a los delincuentes a penales factoría sobre los 4,000
m.s.n.m., pero Kuczynski sabía bien lo que decía; ojalá y sus ministros agarren
la onda. Y es que, aunque parezca iluso, todo pasa por la educación, los
valores y el fortalecimiento de capacidades.
¿Por qué delinquen los jóvenes? Las razones pueden ser
muchas, pero si tomamos solo algunas variables, veremos la
influencia que tienen los medios de comunicación sobre determinados estilos de vida superfluos,
sugiriendo imaginarios sociales equivocados.
¿Hasta cuándo tendremos que tolerar la doble moral de los
medios de comunicación que en aras de la libertad de expresión nos ofrecen dos
versiones de la realidad, una con noticias serias y otras faranduleras?
Los jóvenes que delinquen son ciudadanos desorientados que
se enfrentan a la vida con algunos estigmas conocidos: hogares disfuncionales,
penurias económicas, escolaridad incompleta, falta de valores cívicos, capacidades
no desarrolladas, consumo de drogas, dependencia sobre modas, estereotipos y aplicaciones
tecnológicas, entre otros.
Al no encontrar respuestas que satisfagan sus expectativas, optan por el camino fácil y corto, arrebatando a otros
lo que ellos no pueden conseguir por la vía formal. El joven que delinque no mide
las consecuencias y entra en una espiral de criminalidad de la cual ya no puede
salir, sumando a los ilícitos contra la propiedad, la muerte de personas inocentes.
Las cárceles productivas pueden ser una señal de cambio a
mediano plazo. Confiamos que el primer ministro desarrolle el tema cuando
solicite el voto de confianza ante el Congreso unicameral. Construir penales
implica una planificación de la inversión pública, el diseño del modelo
penitenciario, la edificación y puesta en marcha del proyecto. Todo lo cual
demanda tiempo y recursos.
¿Se puede ejecutar un proyecto piloto para rehabilitar a un
grupo de jóvenes delincuentes? Podría ser una experiencia interesante y quizá
convenga concertar acciones entre el Estado y la sociedad civil.
Como no hay mal que dure cien años ni sociedad que lo
resista, de nuevo la educación sigue siendo transversal a toda acción y debería
ser tomada en cuenta. Quedan muchas cosas por enderezar y el trabajo es arduo.
Pero mientras esto no se comprenda, nada cambiará.
Solo con una reforma al currículo escolar y el compromiso de
incentivar valores y actitudes, puede vislumbrarse una luz al final del túnel.
Si por el contrario se siguen haciendo experimentos con el aprendizaje y los
medios de comunicación pierden el tiempo con instructivos para manejar pokemón o
buscando titulares sensacionalistas en función de la propia delincuencia, el
estado de cosas podría empeorar.
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