marzo 07, 2012

Chespirito, los protocolos y las buenas maneras

Por: Fito Medrano

En las conferencias sobre comunicación asertiva que dicto en forma eventual, la primera reflexión que expongo a los participantes es recordar aquella escena de la serie de TV “El chavo del ocho”, en la cual Doña Florinda y el Profesor Jirafales se esmeran por recrear un protocolo de cortesías y buenas maneras.


- ¿No gusta pasar a tomar una tacita de café, profesor Jirafales?
- ¿No será mucha molestia, Doña Florinda?
- No, profesor, qué ocurrencia. Pase usted, por favor.
- Después de usted, por favor…

Palabras más, palabras menos, este es el diálogo de los libretos, en los que Roberto Gómez Bolaño - Chespirito, ironizaba, a mi modesto entender, sobre los usos y costumbres de la sociedad mexicana.

Aunque parezca increíble, a la fecha, salvo raras excepciones, los mexicanos mantienen esos protocolos en su vida cotidiana. No se escatimará un saludo a la hora de entrar al elevador de un edificio o a una tienda de abarrotes (“una miscelánea”), no se solicitará cualquier cosa sin un “de favor” o “por favor”, no faltará la propina independiente al pago por un servicio, desde la “boleada” del calzado, un corte de cabello, la cuenta de un restaurante, etc. Y, siempre habrá una respuesta del receptor con cortesía o agradecimiento, según sea el caso.

¡Qué tiempos aquellos cuando en Perú se tenían modales y buenas maneras! Nos hemos vuelto sintéticos. A diferencia de lo que pasa en México, nosotros los peruanos entramos a una tienda y, sin respetar a otras personas que llegaron antes, pedimos, por ejemplo, “dame una Inca Kola helada, pe”, o nos acercamos a los que están formados en la entrada del cine y demandamos “¿aquí es la cola para la sala 8?”, sin ofrecer una disculpa previa o un por favor después. Simplemente pedimos cual si fuera una exigencia. En realidad, se trata de una costumbre adquirida en los últimos 35 años que denota, cómo los protocolos y las formas se han deteriorado, acaso, por una cuestión de pretender ser prácticos, o porque las nuevas generaciones se cultivaron en medio de lo que Mario Vargas Llosa llama la “cultura chicha”.

Si bien la crítica del Nobel aludía al contexto de la era fujimorista (1990-2001), mantiene vigencia porque recuerda el acomodo de los políticos con el dictador y su apoyo para aniquilar las instituciones formales, dando paso a la más elocuente informalidad que haya tenido nuestra historia republicana.

“¿De qué sirve la saludable reacción de la ciudadanía contra el apolillamiento de los partidos tradicionales, si ella conlleva la entronización de esa agresiva forma de incultura que es la «cultura chicha», es decir el desprecio de las ideas y de la moral y su reemplazo por la chabacanería, la ramplonería, la picardía, el cinismo y la jerga y la jerigonza que, a juzgar por las elecciones municipales de enero de 1993, parecen ser los atributos más apreciados por el «nuevo Perú»? “, se preguntaba el escritor en el colofón de sus memorias “El Pez en el agua”.

Somos parte de una sociedad cuyos ciudadanos buscan ganar o sacar ventaja de todo. Por ejemplo, si el semáforo acaba de cambiar de ámbar a rojo, un gran número de choferes pasará no obstante que ya les está prohibido. Igual, en el caso de los peatones, muchos de los cuales cruzarán las pistas a media calle exponiendo sus vidas. Y así en muchas y variadas situaciones de la vida cotidiana.

¿Qué nos pasó? Al parecer, hemos canalizado mal nuestras demandas de reivindicación social, queriendo imponer reglas de juego propias. La informalidad ha ganado terreno en todos los ámbitos porque los discursos políticos de los últimos 30 años nos hicieron creer que las tradiciones y las formas eran ridiculeces del pasado. Nada más falso. Sin embargo, no puede soslayarse el referente histórico de haber sido sojuzgados. De provenir de etnias autónomas y rebeldes, cuyo pescuezo tuvo que ser torcido por los incas para hacernos andar derechos. De allí, quizá, que en el primer intento populista de apertura, nos vayamos al extremo opuesto.

Pero no nos alarmemos. Esto tiene solución. Yo había señalado en un artículo anterior que: “No será esta y probablemente tampoco la siguiente generación de peruanos, la que nos enderece de nuestras malas actitudes y hábitos. Pero, ojalá, cuando empiece la segunda mitad del siglo XXI, entonces sí sea el inicio de un cambio donde empecemos a entendernos como nación, como cultura influyente”. Y esto será posible cuando el Estado peruano y la sociedad civil organizada, decidan promover una política de comunicación para el desarrollo que, con base en los parámetros del Acuerdo Nacional y los Objetivos del Milenio, impulse campañas articuladas de largo aliento para generar valores y principios de vida, en los ciudadanos.

Exactamente igual a cuando aprendimos a usar el cinturón de seguridad en los coches. Se trata de campañas sistemáticas con objetivos comunicacionales puntuales que, en una línea de tiempo, deben dar también los resultados esperados.

Mientras no tengamos claro esto, poco cambiará en el Perú. Sin embargo, no seamos pesimistas y, “por favor”, tengamos un poco de esperanza en el futuro.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si todos vemos que se no se practica los valores ,sabemos que los valores son vivenciales y si como adultos no los desarrollamos que mundo le estamos dejando a nuestra juventud.

Adolfo Medrano dijo...

Eso mismo, yo digo. Gracias, anónimo, por participar y dar el tiempo de leer.

Anónimo dijo...

Es triste ver como se han perdido las buenas costumbres, he vivido en carne propia la descortesia y la falta de modales: te cortan si estas en linea y no te responden ni el buenos dias, es mas, te dan una mirada como si fueras de otro planeta. Triste realidad, yo no vivo en Peru y por eso se aprecia aun mas.

ISIDORO VAZQUEZ dijo...

Eso es falta de educación y cultura Fito. También ocurre en México. Lo que pasa es que ya no respetamos a los demas, hemos olvidado que somos parte de un conglomerado social, que todos somos importantes, iguales en dignidades y derecho. Es lamentable. Yo siempre defiendo mis derechos o los de las demas personas cuando alguien por ejemplo quiere colarse en una fila.

Adolfo Medrano dijo...

Sí pues. Ojalá y la gente cambie.