Los jóvenes que nacieron hacia 1990 disfrutan los avances
tecnológicos del presente y son hábiles en el manejo de las aplicaciones
digitales, pero –en muchos casos– podrían ser los ancianos que hacia el 2075
contemplen sin entender bien, los cambios que la robótica introducirá en su
cotidianeidad.
La vida pasa tan rápido que todos estamos obligados a comprender
la dinámica de la tecnología para no devenir obsoletos. En apariencia la
población económicamente activa se adapta a esos cambios pues todo pasa por
manejar la información desde un teléfono inteligente.
Este proceso ha reavivado viejas costumbres, por ejemplo el
hábito epistolar. Ahora ya no solo se habla por teléfono sino que en lo
fundamental se escribe vía mensajería (Whatsapp, Messenger, Twitter, etc.) o
posts (Facebook, Instragram, etc.).
Con la masificación del correo electrónico en la Web 1.0 y
la interactividad de la Web 2.0 se liquidó en la práctica la actividad del
viejo cartero. Existe la mensajería que nos trae los recibos físicos de las cuentas
crediticias a los domicilios, pero resulta anacrónico y casi exótico recibir
una carta postal.
Lo que parece normal para unos, no lo es para otros. Algunas
personas mayores no terminan de adaptarse a las fotos digitales y preguntan
algunas veces cuándo se van a imprimir las imágenes de los teléfonos
inteligentes. Es decir, el álbum fotográfico también ha pasado de moda.
En la década de 1980 algunos trabajadores adultos vieron
culminar sus ciclos laborales de manera intempestiva por no adecuarse a la
computadora. Hay que agregar que los primeros softwares no eran amigables y para
echarlos a andar se debían teclear una serie de comandos en lenguaje de
programación.
La cibernética y las políticas neoliberales redujeron la
mano de obra pues el trabajo que antes realizaban tres o cuatro personas, ahora
lo hace una sola desde un terminal de computadora.
Y la evolución ha ido tan rápido que pronto pasamos también
a encaminar nuestra vida social en función de la tecnología. Desde hacer
amigos virtuales, ligar por computadora, enamorarse de manera digital hasta presumirlo para el festejo de los amigos con likes y comentarios.
Un cambio de hábitos que se produjo desde principios de la
década de 1990 gracias al incentivo de las viejas salas públicas de Starmedia,
las primeras mensajerías personalizadas de Hotmail y Yahoo, así como su
correlato actual vía Whataspp u otros formatos en los teléfonos inteligentes.
Pasar el dedo por una pantalla y agrandar fotos, cambiar de
páginas, responder mensajes, tomar imágenes, grabar videos, escuchar música, leer
archivos, crear documentos, gestionar pagos y hacer compras es revolucionario,
sin embargo será obsoleto dentro de poco.
No hay que olvidar que estamos en la era de la robótica y en
los laboratorios de Silicon Valley se trabaja de forma acelerada en microchips
(del tamaño de un grano de arroz o una lenteja) que serán implantados en el
cuerpo de las personas para recibir mensajes o llamadas sin necesidad de un
aparato telefónico, a través de un impulso eléctrico en nuestro sistema
nervioso. ¿Ciencia ficción? Lo parece pero será una realidad masiva en apenas 50 años o menos.
En la actualidad, los microchips son usados en determinadas
empresas para controlar el acceso de los trabajadores en zonas de seguridad o verificar
su producción laboral a pesar de la protesta de algunas personas por razones
religiosas.
La robótica camina de la mano con el avance de la ingeniería
genética, lo cual permite avizorar que muchos problemas de salud, relacionados
con enfermedades o accidentes, podrán ser solucionados con el implante de
prótesis inteligentes que cambiarán el concepto de la discapacidad.
Hay quienes especulan que los androides –activos ya en el
Japón actual– transformarán con gran radicalidad el sentido de la vida humana en
la segunda mitad del presente siglo.
“Real Humans”, una serie sueca de ciencia ficción producida
para televisión el 2012, se ocupa del tema. Recrea una revolución silenciosa de
los androides, especula sobre las relaciones sociales entre humanos y robots, introduce
el nuevo concepto del amor y replantea las relaciones laborales. Lo que se ve
ahí no parece tan lejano de la realidad.
Todavía faltan muchos cambios que los ancianos del año 2075
deberán enfrentar. Será un desafío para la convivencia con los jóvenes de
ese tiempo. Resulta inevitable que el pellejo delate el paso del tiempo, pero
combatir el envejecimiento mental, tendrá que ser un deber fundamental.
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