“¡Hagamos a América grande otra vez!” (Make America great
again!) fue el lema de campaña que llevó a Donald Trump a ganar las elecciones
estadounidenses. Para los latinoamericanos, musulmanes y también los europeos,
se abre un compás de espera que permitirá conocer si las ofertas electorales se harán
realidad.
Nos referimos, claro está, a la construcción del muro que
separará la frontera americana de la mexicana, la prohibición de ingreso de
musulmanes a Estados Unidos, la deportación de once millones de inmigrantes y el
peligro de que se tomen decisiones militares unilaterales en el combate a los
fundamentalistas del ISIS, dejando de lado a los aliados de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Nuevo Concepto Estratégico (NCE).
Convertido en el 45 presidente de la Unión Americana, el
magnate de la construcción realizó una campaña muy agresiva que espantó hasta a
sus propios partidarios republicanos. Su estilo desenfrenado, irreverente y
hasta grosero hizo que el mundo siga con mucha expectativa el resultado de la
contienda.
Pero la campaña ha terminado y es hora de gobernar. Ya
quedaron atrás las amenazas de encarcelar a Hilary Clinton o de reprochar la
nacionalidad americana del presidente Barack Obama.
En su primer tuit como presidente electo, escribió: ¡Qué
noche tan hermosa e importante! Los hombres y mujeres olvidados nunca más serán
olvidados. Nos uniremos como nunca antes”. (Such a beautiful and important
evening! The forgotten man and woman will never be forgotten again. We will all
come together as never before).
Aunque el mensaje se puede interpretar de muchas maneras, en
realidad hay que pensar en la reconciliación que necesitan los americanos después
de estos meses de alta tensión. Incluso, en su primera aparición, tuvo palabras
amables para su contendora Hilary Clinton, a quien reconoció diciendo: “Le
debemos una enorme gratitud por su servicio a nuestro país”.
"Ahora es tiempo de sanar las divisiones (…) a todos a
lo largo y ancho de esta nación les digo que llegó el momento de unirnos en un
solo pueblo", señaló y se espera que en sus siguientes apariciones esboce
de manera más específica su plan de gobierno.
La victoria de Trump se explica por al hartazgo del
ciudadano americano frente a la clase política (el establishment) y el circuito
de clanes familiares turnándose en el poder sin llegar a resolver los efectos
de la recesión, el desempleo y de la expansión económica china, situación que
el irreverente candidato supo capitalizar ensayando un “discurso antisistema y
xenófobo” fuera de los parámetros conciliadores de las buenas formas.
Quizás ese fue el detonante que avivó el espíritu
contestatario de determinados sectores de la población –en esencia trabajadores
blancos pobres- que permitieron su triunfo.
Ahora el mundo aguarda en una “serena pero vigilante
expectativa” (frase que tomo prestada de Haya), aunque el presidente francés
François Hollande ha adelantado su preocupación, al afirmar que “están en juego
la paz, la lucha contra el terrorismo, la situación en Oriente Medio, las
relaciones económicas y la preservación del planeta”.
¿Cuál será la posición americana en la era Trump frente al
cambio climático? ¿Cuál sobre la lucha contra el terrorismo fundamentalista?
¿Qué pasará con los acuerdos de libre comercio y las relaciones frente a las economías
emergentes? ¿Cómo se enfrentará la expansión de la economía china? ¿Cómo se combatirán
los efectos que dejó la recesión en la clase trabajadora?
Son preguntas que preocupan y que la comunidad internacional
espera sean resueltas en breve, mientras surcamos un periodo de incertidumbre a
juicio del mandatario galo.
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